Publicado por Javier Serrano en La República Cultural:

Dirección y guión: Marta Arribas y Ana Pérez
Intervención: Josefina Cembrero, Leonor Mediavilla, Victoria Toro, Heinz Seidel, Hans Peter Steber, Hedi Stoinski, Pedro Serrano, Virginia Sánchez, José Luis Leal, Juan Chacón, Álvaro Rengifo, Víctor Gano, Fernando Reinlein
Fotografía: Antonio González
Música: Tao Gutiérrez
Producción: La Iguana P.C.
País: España
Duración: 85´
Si el Rhin fuera el Guadiana no estaríamos aquí
borrachos de nostalgias y cerveza,
borrachos "de vino no bebido"
de ese "vino" caliente que hiere la cabeza.
(El emigrante, Pablo Guerrero)
En los años ’60 dos millones de
españoles abandonan el país apremiados por la necesidad, en busca de
una oportunidad que la dictadura y la pobreza provocada por ella no les
conceden. Marchan a Alemania, Francia, Suiza y los Países Bajos.
El tren de la memoria
se ocupa de los viajeros involuntarios que marcharon a Alemania, a un
país que en muchos casos ni siquiera eran capaces de situar en un mapa.
Sobre todo hombres, pero también mujeres que lo dejaban todo para ir a
buscar trabajo, y que llegaron a convertirse a menudo en el único
sustento de esa familia que quedaba en España.
El tren de la memoria
habla, y lo hace con un tono triste, sobre trenes, sobre viajes de ida
y vuelta, sobre estaciones, sobre trenes que se perdieron… Se centra
en los que fueron a parar a Núremberg. Son esos emigrados que los
tópicos del NO-DO describen como buenos trabajadores, ejemplares,
divertidos cuando hay que serlo, y hermanados con el pueblo alemán, con
el que no dudan en intercambiar cerveza por buen vino de Valdepeñas.
El responsable español de aquella operación de emigración describe el
proceso como perfectamente organizado, con contratos previos,
alojamientos en hotel… La realidad que cuentan los protagonistas del
fenómeno (y de la película) es otra muy distinta: tratados como
animales desde el mismo momento en que atraviesan la frontera y se les
hace desnudar para detectar enfermedades terribles; convertidos en un
número nada más pisar suelo alemán; analfabetos en su mayoría y en
muchos casos entrando a Alemania de manera clandestina; alojados y
hacinados en barracones que habían sido cuadras, separados los hombres
de las mujeres; convertidos en máquinas de trabajar obligadas a hacer
horas extras para conseguir un dinero adicional para mandar a su país;
recluidos en guetos a unos metros de las fábricas donde se les iba la
vida trabajando; odiados por los alemanes que los ven como bárbaros;
inermes ante la barrera idiomática, que les lleva a comprar por error
latas de comida para mascotas…
Una
de las protagonistas, Josefina, ha regresado a Núremberg, muchos años
después; recuerda el que fue su lugar de trabajo: una empresa de venta
por catálogo. Es un claro ejemplo del síndrome del emigrante: tener
todo el mundo al alcance de sus manos y sin embargo no poder comprar
nada, pues eso implicaría disponer de menos dinero para enviar a la
familia, o también retardar la vuelta.
El
regreso, siempre en la cabeza: pensar que se va para uno o dos años y
meterse dentro de esa mecánica diabólica que empuja a seguir siempre
para adelante, a trabajar y a resistir. Es así como los años van
pasando, y con ellos las vidas de estos personajes, como describe Pablo
Guerrero en algunas de las canciones que acompañan a la cinta. La
crisis del petróleo hará que muchos de ellos regresen a un país donde el
dictador agoniza. Para entonces algunos de esos españoles se han unido
a ciertas organizaciones obreras que les hacen tomar conciencia de lo
que son, personas y no bestias de trabajo. Y mientras, la dictadura
franquista inaugura Casas de España en algunas ciudades de emigrantes,
promueve la Operación Patria, que acerca a casposos artistas españoles
hasta teatros de esas ciudades… Se trata de proyectar una imagen
positiva, también de tener controladas esas células de protesta que
ponen en evidencia, con sus manifestaciones y sus huelgas de hambre, que
España es una dictadura cruel donde se ejecutan personas.
El
desenlace de la historia es diverso. Es, como dice otro de los
protagonistas, “la generación de los cuerpos partidos”, esa que no sabe
muy bien dónde está, a dónde pertenece. Algunos de los protagonistas
regresan a España, y comprueban en algunos casos que el nivel de vida
que traen es a veces más bajo que el de sus familiares y amigos
españoles que se quedaron, y cuya vida fue más fácil gracias al éxodo de
los 60. Otros regresaban todos los años de vacaciones, tratando de
aparentar que las cosas les iban muy bien. Los hay también que se quedan
en Nuremberg, pues han terminado por echar raíces, nostálgicos de
aquellos tiempos de su juventud en los que a pesar de la dureza de la
situación tuvieron fugaces momentos de algo parecido a la felicidad.
La de El tren de la memoria
es una historia que se repite en muchos lugares del mundo, en
diferentes épocas, pero siendo en esencia idéntica. Es la misma
historia, pero contada a la inversa, que se ha venido produciendo en
España durante estos últimos años. Paradojas del destino o la vida
moviéndose de manera pendular: ahora son los jóvenes españoles, con
formación universitaria y hablando idiomas, pero acuciados por el frío
aliento del desempleo, los que vuelven a hacer las maletas, ¿habrá una
segunda parte de este documental?
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